Decidí lanzarme al rio, así borrar la sangre de mi ropa y poder olvidarlo todo. Decidí pegar un salto y caer a lo profundo de esta fría laguna. Mientras caigo, las imágenes comenzaron a torturarme, todo parecía volver a repetirse, el modo exacto de como discutí, como la golpee, y como dispare. Cada vez había menos luz en este ambiente, era porque cada vez me insertaba aun más en lo profundo. Pude recordar como comenzó y termino todo. El oxigeno empezó a escasear y tuve la obvia necesidad de volver a la superficie. Cuando vi la luz de nuevo, pensé en hundirme nuevamente, pero el cargo de consciencia y un impulso con cierta intriga morbosa me obligaron a volver a la escena del hecho. Comencé a caminar por el sendero que llevaba a casa, el cual se disolvía entre ramas y arboles, en un atípico bosque. Pasaron veinticinco minutos según mi reloj. La cabaña comenzó a dibujarse nuevamente en la escena, seguía con la puerta abierta a modo de fuga y las luces apagadas, la única luz que tenia a mi favor en ese momento era la del sol que cada vez disminuía un poco, los grillos me aturdían. Voces, risas, llantos, golpes, disparos, una y otra vez. Finalmente llegue al umbral de la puerta, hasta que la escalera se impuso en mi camino, subí cada escalón desconcertado, aterrado por ver lo que yo mismo había hecho, temeroso. Giro el picaporte, y la escena queda al descubierto, el cuadro más horrendo frente a mí, el arma tirada al lado del closet y el cuerpo de Magali tirado en el suelo con un impacto en el pecho, que todavía sangraba gotas de dolor. Ningún signo de vida a la vista. Un nuevo impulso se apodera de mí, me acerco al cuerpo, arrodillándome, mirándola a los ojos, esos bellos ojos celestes que tenia. Un mechón de pelo rubio mezclado con sangre rozaba su brazo. ¡Magali!- Exclame entrecortado- Obviamente no recibí ninguna respuesta, mi propia impotencia me provoca besarla, tocarla, hacer algo para poder revivir algo que ya, simplemente dejo atrás todo tipo de existencia o reacción. Tomo de su mano, y le coloco una sortija, aquella que tiempos atrás deslumbraba a nuestras vidas, dejo caer su mano. Me levanto tomo mi celular, disque el 911 y lo único a lo que atine fue confesar todo. Sin nada más que decir, corte la conversación, aparentemente la policía venia en camino. Tomo una pieza de esta escena, el arma y parto hacia la laguna nuevamente. Parado en unos de sus bordes, sintiendo el golpe suave de las gotas y el susurro insatisfecho de mis lágrimas, poco a poco voy girando mi mano hasta colocarla junto a mi cabeza, un disparo en la sien se convierte en el sonido perfecto para destruir tanto silencio. Treinta y dos años, se hunden profundamente, llevándose, pensamientos, secretos, verdades y recuerdos.
Luis R. Parodi

1 comentarios:
Amé, pero con locura. Amé cómo escribís. Ahí me puse como tu seguidor. ♥. Un beso querido.
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